¿Por qué lloramos?

Hoy decidí abrir de nuevo una hoja blanca en Word para tratar de explicar lo que vengo sintiendo desde anoche y que, por hablarlo con mucha gente, no soy el único que lo siente así.

Anoche me encontré llorando y aplaudiendo, dos contradicciones tremendas, pero algo que atacó a miles de personas después de que el remate de Bou murió en las manos del arquero paraguayo y las oportunidades de forzar los penales se esfumaron.

Si el domingo las lágrimas eran de felicidad, la pregunta lógica es de qué eran las lágrimas del jueves. Estoy seguro que de bronca no eran, capaz de tristeza, pero dudo que algún hincha de Racing esté triste por el presente del club. ¿Entonces de qué eran? Para mí, de AMOR.


El cambio llegó apenas Diego Milito firmó en Racing, desde el principio sabíamos que venía para grandes cosas, pero no sabíamos que íbamos a llegar tan lejos. Personalmente, nunca imaginé un campeonato en su primer semestre, y sin embargo lo logró, potenciando a todos sus compañeros, pero principalmente potenciando al club.

Creo no ser el único que sintió que al fin un jugador, un capitán, un goleador sentía y vivía al club como lo hacemos nosotros. Y no se quedó ahí, nos sorprendió el AMOR que tenía por Racing, lo sentíamos cada vez que se besaba el escudo, en sus palabras al hablar del club y por sobre todo, en la lágrimas del 14 de diciembre.

La Academia nunca fue candidato a ganar la Copa Libertadores, sabíamos que iba a ser difícil, incluso perdimos dos partidos en la fase de grupos y nos costó contra el humilde Montevideo Wanderers. Perdimos la ida en Paraguay y sabíamos que la vuelta era difícil. A cancha llena, esto se convertía en realidad.



¿Cómo se te ocurre perder con un paraguayo? ¡Racing tiene mucho más plantel! ¿No ves que son horribles? Muchas de estas frases pudieron haberse escuchado el jueves a las 23. Sin embargo, 45 mil personas aplaudieron y agradecieron. ¿Por qué? Porque la gente se enamoró de este equipo, porque nuestro corazón fue su corazón, porque nuestras gargantas fueron sus garganta y porque nuestro sudor fue el de ellos.

Si sabemos que dejaron todo, si sabemos que no pudimos hacer más, si sabemos que hace un año hicimos el peor torneo de la historia, si sabemos que llegaron refuerzos que se tienen que acomodar, si sabemos que era una parada muy jodida la de la Copa, ¿Por qué lloramos?

Lloramos porque así nos salió expresar nuestro amor, lloramos porque las buenas llegaron de una vez por todas, lloramos porque al fin fuimos representados, lloramos porque no nos importaron las horas de micro a Uruguay o Paraguay, pero no nos dimos cuenta hasta las 23 del jueves.


El aplauso retumbó en todo el Presidente Perón. En vez de un “jugadores la concha de su madre” el grito fue “muchas gracias jugadores”. No salió en ningún lado, porque romper la cancha vende más, porque la indignación es más común, porque no hubo suspensión. Pero cada uno de nosotros sabe que presenció algo histórico, sabe que estuvo ante una declaración de amor inmensa.

El 22 la hizo posible, nos recordó (a los más antiguos) y nos enseñó (a los más jóvenes) que se puede amar desde adentro de la cancha, que todavía existen esa clase de jugadores, que amar no es una locura.


Por mi parte, doy por cerrada la puerta de la Libertadores y me mentalizo en lo que viene. Ya saqué el pasaje para Mar del Plata, porque ante todo, RACING.

Gaby Arias.

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